Quema de Medina del Campo y Guerra de las Comunidades
Os dejamos con la segunda parte de esta trilogía de articulos dedicados al origen de nuestra Fiesta de Castilla y Léon - 23 de abril -
Al divulgarse por todas partes el espectacular linchamiento del procurador Tordesillas en Segovia, el cardenal Adriano de Utrecht –regente de Castilla– se enfrentó con una sublevación revolucionaria como no se había visto en el Reino. Para tratar de controlar la situación, el 10 de junio ordenó a Rodrigo Ronquillo –alcalde de Zamora y famoso por su dureza– reunir un ejército con el fin de tomar la ciudad, reinstaurar el orden y dar un ejemplar castigo a los comuneros de Segovia. Mientras la ciudad se encontraba en una efervescencia revolucionaria, la guarnición del Alcázar de Segovia se mantuvo fiel al Rey; pero no podía salir, pues estaba asediada por las milicias capitaneadas por Juan Bravo.
Los comuneros segovianos realizaron un boquete en primitiva la catedral románica para colocar artillería con la que bombardear directamente el Alcázar (que entonces se encontraba justo enfrente). Los destrozos y los derrumbamientos subsiguientes fueron tan graves que la catedral de Segovia se arruinó —véase marcado con una flecha las ruinas frente al Alcázar—. Lo que quedaba fue demolido, y la catedral se movió mucho más lejos de la fortaleza (al lado de la Plaza Mayor) edificándose una nueva catedral en estilo gótico-renacentista. Mientras tanto, la situación de los defensores del Alcázar se agravaba. Las tropas «realistas» situadas en Santa María La Real de Nieva trataban de hacer llegar suministros al Alcázar y evitar que los segovianos recibieran víveres.
Para hacerse una idea del ambiente de excitación y desafío de aquellos días, conviene constatar lo siguiente. Al saber los comuneros segovianos que el Alcalde Ronquillo se acercaba a la ciudad con su ejército, un grupo de ciudadanos decidieron marchar con maderos y herramientas hasta el arrabal de la ciudad. Al llegar al lugar donde se celebraban habitualmente las ejecuciones —enfrente de la Iglesia de Santa Eulalia— se pusieron a construir un segundo patíbulo al lado de aquel en que pendían desde hacía días los cadáveres de los dos alguaciles y del procurador Tordesillas; y allí pusieron un cartel de que esa horca estaba destinada para Ronquillo. Como jefe de la milicia segoviana, Juan Bravo envió emisarios pidiendo ayuda a las demás ciudades. Solo dos respondieron positivamente: Juan de Zapata llegó al frente de las milicias de Madrid y Juan de Padilla con las tropas de Toledo.
Los tres capitanes comuneros se reunieron en la ciudad integraron sus milicias ciudadanas en un emergente ejército comunero. Éste derrotó al ejército de Ronquillo en Zamarramala (a las afueras de Segovia). Como Ronquillo había nacido en Arévalo y tenía allí apoyos, decidió refugiarse en su castillo. Poco después se reunió con él otro partidario del Rey: Antonio de Fonseca —Señor del Castillo de Coca (cerca de Segovia y de Arévalo)— acompañado de su mesnada de vasallos. El ejército “realista” ganó fuerza, pero carecía de una artillería con la que derribar unas murallas; por ello dedicó su caballería a ayudar a los defensores del Alcázar segoviano y a hostigar a los comuneros.
Para hacerse una idea del ambiente de excitación y desafío de aquellos días, conviene constatar lo siguiente. Al saber los comuneros segovianos que el Alcalde Ronquillo se acercaba a la ciudad con su ejército, un grupo de ciudadanos decidieron marchar con maderos y herramientas hasta el arrabal de la ciudad. Al llegar al lugar donde se celebraban habitualmente las ejecuciones —enfrente de la Iglesia de Santa Eulalia— se pusieron a construir un segundo patíbulo al lado de aquel en que pendían desde hacía días los cadáveres de los dos alguaciles y del procurador Tordesillas; y allí pusieron un cartel de que esa horca estaba destinada para Ronquillo. Como jefe de la milicia segoviana, Juan Bravo envió emisarios pidiendo ayuda a las demás ciudades. Solo dos respondieron positivamente: Juan de Zapata llegó al frente de las milicias de Madrid y Juan de Padilla con las tropas de Toledo.
Los tres capitanes comuneros se reunieron en la ciudad integraron sus milicias ciudadanas en un emergente ejército comunero. Éste derrotó al ejército de Ronquillo en Zamarramala (a las afueras de Segovia). Como Ronquillo había nacido en Arévalo y tenía allí apoyos, decidió refugiarse en su castillo. Poco después se reunió con él otro partidario del Rey: Antonio de Fonseca —Señor del Castillo de Coca (cerca de Segovia y de Arévalo)— acompañado de su mesnada de vasallos. El ejército “realista” ganó fuerza, pero carecía de una artillería con la que derribar unas murallas; por ello dedicó su caballería a ayudar a los defensores del Alcázar segoviano y a hostigar a los comuneros.
Juan de Padilla convocó a las ciudades con representación en Las Cortes para que acudieran a una reunión. El 29 de junio se encontraron en la capilla de San Bernabé de la catedral de Ávila los representantes de 5 de las 14 ciudades con derecho a asiento en las Cortes de Castilla: Ávila, Salamanca, Segovia, Toro y Zamora;. Durante la misma organizaron una Junta Santa que se hiciera cargo del gobierno del Reino, anulando los nuevos impuestos votados en La Coruña, reservándose los nombramientos de cargos para los castellanos y decidiendo que designaría a un castellano como regente del reino en sustitución de Adriano de Utrecht. En ella también se nombró jefe del ejército comunero a Juan de Padilla.
El ejército «realista» situado en Arévalo disponía de una caballería superior pero sin artillería no podía tomar Segovia y socorrer al Alcázar. Consciente de esto, el regente Adriano de Utrecht ordenó que se hicieran con la artillería que se guardaba en Medina del Campo. El ejército del rey llegó el día 21 de agosto por la mañana a las puertas de Medina del Campo. Su jefe Antonio Fonseca le instó al corregidor (el alcalde nombrado por el rey) para que le entregase la artillería; y éste accedió. Pero los vecinos se opusieron.
Estos cogieron las piezas de artillería y las situaron en la Plaza Mayor, frente al Ayuntamiento; les quitaron las cureñas y las ruedas para que no pudieran ser transportadas en caso de resultar finalmente capturadas. Finalmente, cerraron todas las puertas, se atrincheraron y se prepararon para defenderlas.
Al no poder avanzar, Antonio Fonseca ordenó que se pegara fuego a edificios situados en tres lugares distintos del pueblo; entre ellos, el Monasterio de San Francisco. Con esa estrategia pretendían que los vecinos abandonasen sus puestos para apagar las llamas, permitiendo que sus tropas tomaran los cañones. Pero el fuego se extendió muy rápido mientras que los vecinos no se movían de sus sitios alrededor de la artillería. Al comprobar la catástrofe que acababan de desatar, Fonseca dio orden de retirada a las tropas. Mientras regresaban a Arévalo sin las piezas de artillería y los vecinos trataban de apagar el incendio, la mayoría de la población huía despavorida. Para cuando se consiguió apagar el incendio, ya se habían calcinado trescientas cincuenta casas, incluido el edificio en que estaban almacenadas todas las mercancías de los comerciantes de este importante mercado.
Los vecinos se tomaron la justicia por su mano con los que consideraron simpatizantes del Rey. Uno de los regidores partidarios de entregar la artillería fue acuchillado y tirado por una ventana. Ávidos de venganza, los de Medina del Campo se dirigieron contra el castillo «realista» de Alaejos, tomándolo.
Dos días después llegó la noticia a Segovia. Los regidores segovianos escribieron a los de Medina del Campo en los siguientes términos: “…Dios nuestro Señor nos sea testigo, que si quemaron de esa villa las casas, a nosotros abrasaron las entrañas, y que quisiéramos más perder las vidas, que no que se perdieran tantas haciendas. Pero, tened, señores, por cierto que, pues Medina se perdió por Segovia, o de Segovia no quedará memoria, o Segovia vengará la su injuria a Medina”. Inmediatamente, los comuneros segovianos organizaron una expedición para tratar de vengarse de Fonseca atacando su castillo de Coca; pero al carecer de artillería de asedio, no consiguieron conquistarlo.
Al extenderse por toda Castilla la noticia de la quema de Medina del Campo, numerosas ciudades que habían permanecido tranquilas se sumaron a la rebelión. El miedo se apoderó de Ronquillo, que se retiró de Santa María la Real de Nieva, cejando en el aislamiento de Segovia. Al llegar a Medina del Campo el ejército comunero de Juan de Padilla, los habitantes le entregaron la artillería que tanto les había costado defender. La quema de Medina del Campo tuvo también consecuencias para su autor: Fonseca dejó el mando de sus tropas y viajó a Alemania para verle al ya Emperador y explicar su conducta.
Acabada la Guerra de las Comunidades hubo un pleito en el que se solicitó el pago de daños y perjuicios por aquellos hechos; pues una gran paradoja resultó ser el que los propietarios más perjudicados fueron mercaderes partidarios del Emperador.
La quema de Medina del Campo aquel 21 de agosto de 1520 se convirtió en un ejemplo de la iniciativa espontanea de la gente para defender causas populares, así como el del terrible precio que se puede llegar a pagar por la solidaridad. La ciudad de Segovia la pondría el nombre de Plaza de Medina del Campo a una de las más céntricas y bellas de Segovia intramuros.
En Medina del Campo también se recuerda aquel evento de la Guerra de las Comunidades en forma festiva; una cita anual en la que los vecinos se visten con trajes de época y colaboran en actividades lúdicas. Cada mes de agosto hay una Feria de Imperiales y comuneros que el día 21 del mes se convierte en una conmemoración teatralizada de la Quema de Medina del Campo.
Y quedamos emplazados para el tercer y ultimo capítulo de esta serie, La Batalla de Villalar y ejecución de Bravo, Padilla y Maldonado.
Texto íntegro de www.escapadafascinante.com (Ignacio Suárez-Zuloaga e ilustracion de Ximena Maier.) fotografias: nortecastilla; evamansilla.com
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